14 de abril de 2013

Soledad, te subestimé.

No sé por qué pero siempre supe que llegarías. Sabía que estabas ligada a nuestro destino, que todo, llegado el momento, terminaría.
En ocasiones, llegué incluso a vislumbrarte a través de mi imaginación. Sí, me veía a mí, sola, pero al mismo tiempo tranquila. Todas las preocupaciones, las noches de palpitantes silencios, los gritos ahogados en mi garganta, las medias verdades, la desconfianza, todo eso había desaparecido. No caí en la cuenta de que él también desaparecería.
En ese momento no sabía lo que significaba estar sola. No volver a sentir esa sensación de sosiego cuando él llega por la puerta, no sentirme protegida entre sus brazos, guarecida contra cualquier peligro que me amenazara, contra el mundo entero. No, ya no puedo perderme en uno de sus besos y fingir que todo esta bien.
Quizá deba esperar algún tiempo, acostumbrarme a dormir sola, a no buscar su respiración en mi almohada. Soy como un náufrago, estoy exiliada, perdida, me han arrancado de mi fuerte. Estoy atrapada, rodeada de un mar vacío y sin vida. Pero, quién sabe, puede que dentro de un tiempo aprenda a vivir así, sintiéndome la única habitante de un planeta tan arrasado como mi corazón.
Ahora es cuando me doy cuenta de lo que hice; te subestimé, soledad.


Related Posts with Thumbnails